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Segunda Época | Mes DICIEMBRE/2016 | Año 2 | No. 21

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Prólogo al libro Ecos de La Selva. Poesías de Úrsula Céspedes de Escanaverino

Carlos Manuel de Céspedes

Vuelve a cantar “La Calandria”

Lucía Muñoz

Úrsula Céspedes de Escanaverino: notas para un epílogo

Amarilis Terga Oliva

Úrsula de Céspedes: Expresión del cambio contra el machismo

Magdeline Reinaldo Ramos

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Prólogo al libro Ecos de La Selva. Poesías de Úrsula Céspedes de Escanaverino

Carlos Manuel de Céspedes

Hace mucho tiempo que se está repitiendo hasta la saciedad que la inteligencia de los hijos de la isla de Cuba es más a propósito para la poesía que para los demás ramos de literatura y aún menos para las ciencias. Este juicio se debe al gran número de composiciones poéticas y de nuevos nombres de secretarios de Apolo que diariamente aparecen en nuestros periódicos, no siendo tampoco extraño que en el catálogo de obras publicadas por cubanos se cuenten más tomos de poesías que de Filosofía, Historia, &. No ha faltado por lo mismo quien haya tomado a burla esa propensión y nos haya apellidado Sinsontes, tal vez tomando por emblema a esa ave imitadora universal, porque casi todas las producciones poéticas que hasta hoy han visto la luz en Cuba, carecen de carácter propio, viniendo a ser imitaciones más o menos felices de ajenas inspiraciones.
Sin embargo, si se consulta la situación y estado actual de la Isla, no puede ser extraordinario que sus hijos se inclinen con preferencia a la poesía y agoten en versos, la mayor parte eróticos, el fuego divino de sus inteligencias. La isla de Cuba, comparativamente hablando, es un pueblo reciente, primitivo por decirlo así, y el  estudio de la Historia antigua y moderna nos enseña que la poesía es el primer ramo de literatura que se cultiva por los hombres en semejantes condiciones. Las obras serias, los grandes trabajos literarios, las ciencias en fin, son productos de edades más avanzadas y sólo pueden nacer y cultivarse donde ya la civilización y la riqueza en su apogeo, retribuyen suficientemente los desvelos y aún los grandes gastos que esas obras exigen. ¿Y quién en Cuba ha podido todavía librar su existencia o su porvenir en sólo el sacerdocio de las letras? Entretanto se adopta el género más fácil, más agradable, el sólo que puede cultivarse en los ratos de ocio, y he aquí por qué se abraza la poesía, la poesía erótica sobre todo; he aquí por qué en su seno se desfoga con predilección ese ardor que devora al hombre por expresar sus ideas con la palabra o con la pluma, ardor nacido de una de sus más eminentes cualidades, la sociabilidad.
En las poblaciones nacientes, el campo que recorre la imaginación es estrecho, aunque pueda elevarse hasta los cielos y descender hasta el abismo. El horizonte empero es limitado, los objetos que abarca, pocos, y aún algunos, está vedado por mil causas considerarlos en todas sus fases. Dos luminarias únicamente lucen con todo su esplendor en la soledad: Dios y la mujer; esto es el amor. En los siglos religiosos cantan David y Hesiodo a Jehová y los dioses mitológicos, personificación del amor divino. En esta edad, en que a los odios y controversias religiosas, al ateísmo filosófico ha sucedido el indiferentismo, que algunos reputan mil veces peor, pero que se aviene muy bien al materialismo del siglo 19. Mayor todavía y más frío y calculado que el del siglo 18 no excita el estro poético la idea gastada y burlesca de la divinidad, y aquellos corazones jóvenes, que no aprendieron a elevar sus himnos balbucientes al Dios de las alturas y que sienten la necesidad de admirar, adorar y cantar  algo que no sea el becerro de oro, traducen sus estímulos naturales en versos amorosos inspirados en el albor de la juventud por las mujeres, esos seres que pronto sabrán despreciar; porque arrastrada el alma por su vuelo automático hacia el Empíreo, patria desconocida de donde vive desterrado, las soñó ángeles, y las encontró mujeres, según la feliz expresión de un poeta que sin duda recorrió la misma senda que acabo de trazar con piquetes intelectuales.
Los pocos hombres célebres que la isla de Cuba  ha producido en las demás ramas de los conocimientos humanos, son bastante conocidos y en número suficiente para augurar que el día en que nuestra sociedad haya progresado como lo prometen su índole y brillantes prospectos, el día en que las vigilias del sabio le den gloria, poder y riqueza, sobrarán talentos que eclipsen los más ilustres de las pasadas eras, y las bibliotecas del universo llenarán de obras grandes y originales escritas por los descendientes de esos mismos cubanos que hoy se suponen, por espíritus limitados, propios solamente para escribir sonetos al pie de Panchita o al lunar de Pepillita. ¿Qué necesita el hombre de todas las latitudes para llegar a ser un autor famoso en la materia a que se consagre? Talento, instrucción y constancia. Las dos últimas cualidades vendrán en sazón oportunas: la primera la poseen los cubanos en grado eminente. ¿No se han visto aquí hombres oscuros, pobres artesanos de una villa desconocida,  que han salido de su taller para interpelar los Reyes y en la liza literaria arrancarles puestos científicos de que su clase y color los alejaba? Y en nuestros mismos días ¿no estamos viendo el fenómeno de que tres muchachas sin educación, nacidas en los campos, en la pobreza, han surgido de repente, abandonando sus incultas selvas y sombríos arroyos, para conquistar, si no el cetro de las poetisas cubanas, porque esto lo rige una mano digna y segura a lo menos un asiento elevado en las gradas del Parnaso de la mayor Antilla? Estos son los prodigios del talento, del genio, y cuando a él se unan los esfuerzos del estudio y el estímulo de la recompensa, nada habrá vedado para las inteligencias cubanas, si hoy vivas y ligeras como la del niño, mañana sutiles y profundas  como la del hombre.
Entre tanto que se realiza esa halagüeña esperanza, no debemos menospreciar los frutos literarios de esta época; es decir, que en lugar de burlarnos de esa juventud que inflama el estro poético con más o menos felicidad, es conveniente que la alentemos en su vuelo, leyendo sus obras, analizándolas concienzudamente para elegir lo bueno y censurar lo malo, porque los ramos de la literatura están de tal  modo enlazados que por el cultivo de unos despunta o mejora, el gusto por los otros. En este sentido tenemos hoy el placer de dejar correr nuestra pluma incorrecta en el breve examen de los “Ecos de la Selva”  dados a luz sin ninguna clase de pretensiones por Úrsula Céspedes, tarea que emprendemos libre el ánimo de pasiones; pues sobre el respeto que merece la opinión pública aunque nuestro apellido es uno mismo, el parentesco es tan remoto que se aparta en los primeros tiempos de la conquista de esta Isla, ligándonos únicamente una sincera amistad de que no puedo dejar de vanagloriarme.
Nació esta joven a fines de noviembre del año de 1831, en una hacienda nombrada «La Villa», no muy distante de Bayamo. Así lo expresa ella cuando dice con mucha gracia:      

Yo he nacido en el campo y fue mi cuna
De verdes ramas y laurel tejida,
Y fue mi alma infantil sin pena alguna
Al canto de las aves adormida.

Desde sus primeros años manifestó mucha afición a la poesía y hacía multitud de composiciones que ocultaba cuidadosamente para que nadie las viese; mas descubierto por su padre, el Sor. D. Manuel de Céspedes, le puso un maestro para que se perfeccionara en la lectura y escritura, cuyos principios había adquirido por sí sola. Estos fueron los únicos ramos que aprendió en su niñez, hasta que su hermano Don José María de Céspedes, estudiante entonces de Derecho y Doctor después y Catedrático de Jurisprudencia, vino a pasar las vacaciones con su familia y trajo consigo una escogida biblioteca, en la que Úrsula acabó de desarrollar su gusto por la bella poesía. Escribió entonces algunas composiciones más limadas, más conformes a la regla del arte, y venciendo su natural temor al ruego de sus amigos, se determinó a publicar algunas de ellas. El Redactor de Cuba y el Semanario Cubano fueron los primeros periódicos en que vieron la luz sus obras. Más tarde aparecieron en la Prensa de la Habana las composiciones tituladas «La viuda del primer amor», «Los celos de la bayamesa» y otras varias que merecieron los elogios de todo el periodismo de la isla, siendo reproducidas y recibidas con general aplauso.
Desde esta época, el nombre de Úrsula Céspedes se ha inscrito siempre al lado de las poetisas de Cuba que con mejor éxito han pulsado la lira en esta tierra de bendición. Al que estos renglones escribe cupo el honor de llamarla calandria, y fue recibido con tanta aceptación que hoy se la conoce por este sobrenombre casi tanto como por su nombre bautismal.
En la Cuba Poética, colección escogida de las mejores composiciones de los poetas cubanos, desde Zequeira hasta nuestros días, aparecieron varias de sus producciones y en la Galería de retratos de poetas cubanos, aparece el suyo al lado de los de la Avellaneda, Luisa Pérez y otras.
A mediados del año 1854 abandonó por primera vez el hogar paterno y acompañada de una hermana siguió a su hermano Don José María a Villa Clara. Hizo en este punto varias composiciones que vieron la luz en el Eco de Villa Clara, La  Alborada, El Progreso, El Fomento, de Cienfuegos; Hoja Económica, La Abeja y El Correo de Trinidad, siendo solicitadas con empeño de todas las redacciones. A fines del 55 retornó a Bayamo donde fue recibida con verdadero entusiasmo por todos sus compatriotas. Entonces publicó en el Boletín de esta ciudad muchas composiciones, entre ellas «La vuelta a Bayamo».
El día 4 de diciembre de 1857 se unió en lazo matrimonial con el joven poeta Don Ginés Escanaverino de Linares, que se hallaba entonces de redactor de La Regeneración y a quien conoció en la villa del Escambray y en junio del siguiente año obtuvo del Gobierno Superior el título de maestra de instrucción primaria. Pensionada por el Ilustre Municipio, abrió una academia de niñas, que puso bajo la advocación de «Santa Úrsula», y en ella derrama actualmente en su nativo suelo la luz del saber y el amor a la virtud, tan profundamente arraigado en su alma.
Es preciso atender a todas estas circunstancias para hacer un juicio razonado de sus composiciones literarias. El que pretenda hallar en el adjunto tomo grandes conocimientos, rasgos de una instrucción desmedida, bellezas de arte, en fin, que le cierre desde luego, pues no podría satisfacer su anhelo: el que busque en él los delirios de un alma apasionada y tierna, el amor, la amistad, el patriotismo, todos los sentimientos nobles, todas las virtudes heroicas, expresadas en versos armoniosos, léale desde el principio hasta el fin: Úrsula no es la poetisa del arte que canta con la cítara en la mano: es la poetisa de la naturaleza que canta como las aves y que suspira como los céfiros: en sus composiciones la cabeza es poca cosa y el corazón es todo. Su inspiración le viene de Dios, y si le preguntarais la razón de ella quizás os diera la misma contestación que un pájaro de las selvas a quien preguntarais por qué canta. Por eso sus versos, a pesar de los defectos de que adolecen, arrebatan y seducen: ella pinta lo que siente, pero lo hace con tanta verdad de colorido, que su sentimiento se trasmite como el fluido magnético al corazón de los que oyen sus acentos inspirados.
Mas no por esto se crea que sus composiciones sean tan esencialmente naturales que estén desprovistas de toda regla de arte: tiene algunas que no desmentirían si tal dijéramos: leed «El bien y el mal», «El tiempo» y otras, y no sólo hallaréis en ellas las reglas de la verdadera poesía, sino una notable elevación de pensamientos. En la primera de estas composiciones tiene una cuarteta bellísima: después de hacernos una pintura del bien y el mal, dice:
  
¿Queréis riqueza, esplendor, altares?
  Romped la tierra con la corva azada,
  Tomada la pluma, desnudad la espada
  Salvad los montes y surcad los mares.

«La vuelta a Bayamo» tiene muchos trozos notables. Está dedicada a José Ma. Izaguirre, e invitándole a que rompa el silencio, dice con verdadera elegancia de estilo:

Canta ese río que a cantar en coro
Vienen las aves por distintas rutas
Ese que guarda en misteriosas grutas
Hadas que peinan cabelleras de oro.

Ese que rueda en su empedrado lecho
Sin que intente el destino sujetarle,
Ese que el cauce parecióle estrecho
Y se hinchó como el mar para ensancharle.

La poesía «A mi padre» es tierna y hermosa: respira una felicidad y una dulzura de sentimientos inimitables: toda es bellísima, y hace derramar lágrimas de ternura. Dirigiéndose en ella a su madre, exclama con la fe pura del amor filial:

No temas, madre mía, que angustioso
Dolor tu bello corazón taladre,
pues no  padece la que tiene esposo
Ni sufren hambres los que tienen padre.

En la otra titulada Mis penas y mis alegrías,  dedicada a su madre, tiene expresiones muy felices; dígalo ésta:

Ese nombre dulcísimo de madre,
Escudo sin blasones
Que convierte en corderos los leones.
Y esta otra:
Sin ti no quiero nada
Porque si un ángel me elevara al cielo
Y tú no fueras cortaría mi vuelo.

El amor maternal la inspira con vehemencia, y la composición «A mi hija Luisa» es uno de sus más bellos cantos: citar un párrafo de ella sería hacer una injuria a los demás.
La elegía “¡Está dormida!”, compuesta en la muerte de su querida y malograda discípula la Srta. Doña Eudosia Palma, revela la fuerza de un sentimiento negado a creer la muerte de un ser querido: es de lo mejor que Úrsula ha escrito.
Si fuéramos a enumerar una por una todas las bellezas que encierra este tomo, sería una tarea demasiado larga, aunque al hacerlo casi no tendríamos más trabajo que abrir el libro por cualquier parte y señalar lo que leyéramos. No lo cerraremos, sin embargo, sin hacer una especial mención de las composiciones. “La palma de Cuba”, “La ascensión del alma”, “En la muerte de Adelaida del Cañal”, “El huérfano”, “El pirata y la Sirte” y “Al Sol” por ser las que más sobresalen.
Concluiremos, pues, pero antes de hacerlo recomendamos a nuestros lectores la lectura y apreciación de este libro, escrito en tan particulares circunstancias. Le consideramos uno de los monumentos de las glorias literarias de Cuba: será fuente de gusto para nosotros y nos hará ver con cuánta verdad dijo Muñiz del Monte en su poesía al inmortal Heredia:

No hay maestro, no hay doctrina,
El genio es la inspiración.

Lic. Carlos Manuel de Céspedes
   Bayamo, octubre de 1860.

NOTA: Pichardo, H. y Portuondo, F. (1977). “Carlos Manuel de Céspedes. Escritos”. Tomo I. Prólogo de Carlos Manuel de Céspedes al libro Ecos de La Selva. Poesías de Úrsula Céspedes de Escanaverino. Pp. 459- 464.

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Vuelve a cantar “La Calandria”

Lucía Muñoz

Mi primer encuentro con la obra de Úrsula Céspedes de Escanaverino ocurrió cuando era estudiante del preuniversitario, Estela Marina Pérez Corría me facilitó copias de sus poesías, ya que sentía especial admiración por “La Calandria” al ser las dos bayamesas, poetisas y maestras.
Años más tarde, ya graduada de Licenciatura en Letras, investigué la obra de autores bayameses, para ello conté con el apoyo de Enrique Orlando Lacalle y Zauquets, primer historiador de Bayamo, gran admirador de la poetisa, que insistía en la necesidad de reeditar su obra para que las nuevas generaciones la conocieran. Por suerte, este sueño se hace realidad con la publicación del libro para conmemorar los 500 años de la fundación de la Villa de San Salvador de Bayamo.
Úrsula Céspedes y Orellano nace en Bayamo, en la finca Guajacabito el 21 de octubre de 1832, (bautizada, según Lacalle, el 3 de diciembre de 1831) hija de D. Manuel Céspedes y Dña. Bárbara Orellano. Como era la costumbre entonces, realizó los estudios primarios en su hogar. En 1854 viaja a Villa Clara y conoce a Ginés de Escanaverino. En 1855 él viene a Bayamo y funda el periódico La Regeneración. El 4 de diciembre de 1857 contraen matrimonio en Bayamo. Fruto de esa unión fueron sus hijos Luisa, Andrés y Antonio.
En 1858 ella se gradúa de maestra y funda junto a su esposo la Academia “Santa Úrsula” para la enseñanza femenina donde puso en práctica formas consideradas novedosas para su educar tiempo.
Desde 1863- 1865 residen en La Habana. Más tarde su esposo obtiene el cargo de Director de la Escuela Superior para Varones en San Cristóbal, Pinar del Río y ella se desempeña como maestra de una escuela primaria que existía en el mismo lugar.
En la Guerra de 1868, Úrsula pierde cuatro hermanos (Pedro, Leonardo, Manuel y Francisco Céspedes) que se habían incorporado con Carlos Manuel de Céspedes a luchar por la independencia. Su padre es condenado a prisión y confiscados sus bienes. La persecución desatada contra su familia la lleva a trasladarse a Santa Isabel de las Lajas donde fallece el 2 de noviembre de 1874.
Úrsula Céspedes de Escanaverino logró el reconocimiento de sus contemporáneos como maestra y como escritora. No sólo escribió poesía sino que cultivó la prosa (artículos, cuentos, novelas) lamentablemente perdidos.
Sus primeros poemas fueron publicados en Semanario Cubano (1855) y El Redactor de Santiago de Cuba. Colaboró en importantes publicaciones de la época La Regeneración (Bayamo); La Antorcha (Manzanillo) ; La Alborada y Eco de Villa Clara (Villaclara); El Fomento y Hoja Económica de Cienfuegos (Cienfuegos); Correo de Trinidad, La Abeja (Trinidad); La Prensa, El Kaleidoscopio, La Idea, Cuba Literaria (La Habana); La Moda Elegante (Cádiz, España). Utilizó los seudónimos “La Serrana” y “Carlos Enrique Alba”.
Su primer libro Ecos de la Selva (1861) fue prologado por Carlos Manuel de Céspedes en el que reconoce sus valores literarios y la nombra “La Calandria”. Pudiéramos preguntar por qué razón Céspedes la llama Calandria y no Alondra si el significado es el mismo, pero él se percata de cuál es el término más afín a nuestra zona. Úrsula refleja en su obra la naturaleza cubana, la flora y la fauna del lugar donde nació y se formó. Lugares naturales y humildes que describe con singularidad en su poesía reflejándolos como son, hermosos pero sin artificios.
El segundo libro de Úrsula Céspedes fue Cantos postreros, aparece después de su fallecimiento en una reducida edición que Ginés de Escanaverino obsequió a familiares y amigos. Lamentablemente no hemos podido consultar esta publicación.
Úrsula Céspedes de Escanaverino fue muy reconocida en su tiempo, tuvo amistad con El Cucalambé a quien dedicó su poema “El Bibiribí” y disfrutó de la amistad y el reconocimiento de Luisa Pérez de Zambrana quien le dedicó un bello y extenso poema:
……………………………………………….

Y al ver la prodigiosa analogía
que vincula mi historia con tu historia
llena de sencillez y poesía,
te consagro esta pálida memoria.

Memoria cariñosa de una hermana
que de admirarte desde acá no cesa;
tributo de la tímida Cubana
a la hermosa y sensible Bayamesa.

Que ambas debemos con pasión amarnos
porque nacimos entre selva agreste,
y hermanas ambas con placer llamarnos,
que ambas amamos el hogar campestre.

Y hermana, sí, con emoción te llamo
aunque á los cielos como tú no suba,
y aunque eres hija del feraz Bayamo
y yo soy hija de la fértil Cuba.

Pues cuando llena de inefable gozo
devoraba tu hermosa poesía,
con sorpresa y dulcísimo alborozo
miraba que tu historia era la mía.

Y de tu infancia cándida leyendo
la candorosa y virginal memoria
iban mis labios con placer sonriendo,
porque era, Ursula, mi misma historia.

¡Oh! Canta siempre tu niñez florida,
canta la luna y su amoroso lampo,
y repite entusiasta y conmovida:
“¡Feliz mil veces quien nació en el campo!”.
…………………………………………………

(A la Srta. Da. Úrsula Céspedes)

A pesar de la trascendencia de su obra, con ella ha pasado algo singular que la ha dejado detenida en el tiempo y a mi modo de ver es el etiquetamiento de que ha sido víctima, pues la mayoría de los autores que se han acercado a su obra insisten en remarcar cierta dejadez o descuido en sus composiciones, basados en las observaciones de Céspedes en el prólogo a Ecos de la selva. Pero recordemos es este su primer libro y que luego escribirá poemas de mejor factura. La dispersión de su obra contribuye a que se le juzgue de esta manera. Esta primera edición de sus poemas en Bayamo ayuda a hacerle justicia.
Úrsula Céspedes tuvo una corta vida, pero en su obra canta lo que conoce, lo que siente, con los términos y formas que maneja en su habla cotidiana. Es sencilla y natural como el arroyo y las mariposas que canta en su poesía, como la flora cubana que describe con poética en su prosa. Ella trabaja con los moldes que conoce (silvas, romances, sonetos, décimas) y aborda temas a mi modo de ver singulares para su tiempo (recordemos sus poemas “La calle” y “El sordo”. Hay en su poesía costumbrismo y una fina jocosidad tan natural en nuestra idiosincrasia, ejemplo de ello son sus poemas “El Bibiribí”, “Los celos de la bayamesa”, “Consejos de un guajiro”, entre otros.
Encontramos poemas elegíacos que la acercan a la obra de Luisa Pérez de Zambrana pero cada una en su cuerda, en su dimensión, en su agudeza. Toda comparación nos lleva a cierto grado de injusticia y por ello no voy a comparar a Úrsula con La Avellaneda y con Luisa, pues ya eso lo hizo magistralmente Martí. Cada una por sus razones, trascendencia, formación, circunstancias de su vida, temperamento, logra brillar formando las tres una constelación maravillosa para bien de la poesía y de la Cultura Cubana.
Para que existan las altas cumbres, deben coexistir las leves colinas, las llanuras. Para que reine la palma y los árboles majestuosos deben existir la yerba, las flores silvestres y diminutas, las campanillas de nácar que hacen cristalina la miel, además de embellecer, de perfumar el paisaje y sobre las cuales casi nunca nos inclinamos a contemplar de cerca su delicada belleza. Como esas flores silvestres y naturales es la poesía de Úrsula Céspedes de Escanaverino, detengamos el paso un instante para valorar, en su justa medida, su exquisita belleza, y escuchemos, en la ya tenue luz del atardecer, sobre las márgenes del Bayamo o del Bibiribí el canto de “La Calandria”.

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Úrsula Céspedes de Escanaverino: notas para un epílogo

Amarilis Terga Oliva

¿Quién ha sido más espiritualmente material que Úrsula Céspedes
de Escanaverino, cantora de todos los amores? [...]
Enrique José Varona. La Revista de Cuba, 1876

Los poetas relacionan sus interioridades espirituales y lo circunstancial como reflejo de la realidad. Úrsula Céspedes y Orellano, es un ejemplo. Su nacimiento ocurrió un 21 de octubre de 1832, próximo a la población del Bayamo. Su padre fue D. Manuel Céspedes y Barrero; la progenitora, Dña. Bárbara Orellano.
Escribía desde muy joven. Debido a ello su padre le colocó maestros privados para que perfeccionaran su lectura y escritura. Los primeros estudios consistieron en la enseñanza del idioma francés, labores manuales y música. Su hermano, el Dr. José María Céspedes y Orellano, jurisconsulto en la Habana orientó a la naciente poeta hacia la lectura de los clásicos españoles y greco – latino.
Juan J. Remos refiere que Úrsula Céspedes y Orellano escribía desde 1845. Sus primeras obras aparecieron en El Redactor y Semanario Cubano de Santiago de Cuba. Luego, colaboró en La Prensa de la Habana; Eco, La Alborada, de Villa Clara; El Fomento de Cienfuegos; Hoja Económica, La Abeja y Correo de Trinidad y el Boletín de Bayamo, periódico editado por D. Francisco Murtra.
La escritora utilizó los seudónimos: “La Calandria” y “La Serrana”. En 1854 se estableció temporalmente en Villa Clara donde conoció a Ginés de Escanaverino y Linares, maestro y humanista, quien desempeñaba labores pedagógicas en Cienfuegos. Durante la sus colaboraciones fueron solicitadas por algunas redacciones.
En 1855 regresó a su ciudad natal y escribió: “La vuelta a Bayamo”. Ginés de Escanaverino se trasladó a Manzanillo. Junto a Bartolomé Masó Márquez fundó El comercio. Posteriormente, se estableció en Bayamo y con la colaboración de José María Izaguirre creó La Regeneración, página cultural separatista.
El 4 de diciembre de 1857, ocurrió el matrimonio de Úrsula Céspedes y Ginés de Escanaverino y Linares. En 1858 Úrsula se presentó a exámenes y obtuvo el título de maestra de instrucción primaria. Los esposos fundaron la Academia Santa Úrsula para niñas y señoritas. Ambos dieron importancia a la intuición para el conocimiento de las artes y la literatura, necesaria para la comprensión de la naturaleza. Este legado se constata con la participación de la juventud femenina en los hechos independentistas.
La escritora publicó sus composiciones en los periódicos cubanos y extranjeros: La moda elegante, Cádiz, en España; Cuba Literaria, en La Habana; El Kaleidoscopio, París, Francia. En 1854 colaboró en dos periódicos mexicanos. En 1861 se publicó Ecos de la Selva, su libro de poesías en Santiago de Cuba por la imprenta Espinal y Díaz, el cual posee tamaño “en octavo”, 182 páginas y prólogo de Carlos M. de Céspedes.
Algunas composiciones suyas se incluyeron en Cuba Poética realizada por Joaquín Lorenzo Luaces y José Fornaris y Luque. Otras aparecen en Galería de retratos de poetas cubanos. Junto a su familia participó en el alzamiento armado de 1868. Posteriormente, se trasladó a La Habana y Pinar del Río debido a la represión colonial. Su esposo fungió como director de la escuela superior para varones en San Cristóbal de los Pinos y ella laboró en una escuela para niñas.
La ruina económica y el deceso de varios miembros de su familia afectaron su existencia. El matrimonio se estableció en Cienfuegos donde D. Ginés asumió la dirección de una escuela en Santa Isabel de las Lajas. La escritora falleció un 2 de noviembre de 1874. Su epitafio declara que deseaba: tierra empapada en el llanto de sus hijos un, árbol y una flor. Luego, se publicó Cantos Postreros, su última obra.
Las formas poéticas relacionadas en su producción son: la oda, silva, el romance, soneto y la décima. Estas no se ciñen a estructuras métricas cerradas, usuales en el Neoclasicismo. La autora combina el verso libre y la polimetría. Aparecen ambientes vernáculos idealizados mediante la contemplación de lo circunstancial, dimensionado de manera mística. La poeta, expresa: Cuando el sol está nublado/ cuando las aves no cantan/ cuando sin que sople el viento/ se estremece la montaña/ cuando el ganado no pace/ la yerba de la sabana, cuando la gaviota vuela/ el mar solloza en la playa.
Sensitivas y melodiosas son las composiciones de Úrsula Céspedes de Escanaverino. Las mismas corresponden con una tendencia a las meditaciones sobre la existencia. La visualización del contexto es reforzada a través del amor como convicción ética que posibilita la purificación del comportamiento.
Bajo un álamo frondoso,/ en cuyas sonantes hojas/ retoza alegre la brisa/ y se anidan las palomas,/ mientras proyecta en el prado/ su desmelenada sombra,/ recostada entre las flores,/ reflexiva y perezosa,/ soñolientas y pesadas/ dejo resbalar las horas./ aquí sin ver divagando/ la sociedad caprichosa,/ con variados atavíos/ y con diferentes formas: harapienta en el mendigo;/ acongojada y llorosa,/ risueña y pura en la joven;/ en el viejo escrutadora;/ insolente, en la ramera;/ en el niño, candorosa;/ serena, en el hombre honrado;/ y estúpida en el idiota.
La poeta asume la tórtola como alegoría que es víctima del dolor y la muerte y los símbolos como: la mariposa que nació con la aurora; la casa destruida; el sordo que sufre y la calle cubierta de misterio. Los espacios del entorno natal, incorporan un discurso lírico que constituye un reflejo de nuestra identidad.

notas
- Calcagno, Francisco. Diccionario Biográfico Cubano, New York, Imprenta y Librería de N. Ponce de León, 1878. P191.
-Céspedes Carlos Manuel de: “Prólogo a Ecos de la selva de Úrsula Céspedes de Escanaverino” en: Escritos. (Compilación de Fernando Portuondo del Prado y Hortensia Pichardo Viñals). La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1974. P.459.
-Céspedes de Escanaverino, Úrsula. Poesías. La Habana, Publicaciones del Ministerio de Educación, 1948. P. 63.
-Remos, Juan J.: “Úrsula Céspedes de Escanaverino” en: Poesías. La Habana, Ministerio de Educación, 1948. P. 7

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Úrsula de Céspedes: Expresión del cambio contra el machismo

Magdeline Reinaldo Ramos

La bayamesa Úrsula de Céspedes es una mujer de tránsito en la sociedad bayamesa. Es ejemplo de los cambios que ocurren en la década de los años 60 del siglo XIX, donde los patrones machistas se modificaban y las féminas ocupan espacios vedados hasta esos momentos. En el valle del Cauto adquieren protagonismo en la propiedad de fincas rústicas y urbanas y publican libros y artículos culturales. En las ciudades eran artesanas y vendedoras de frutas ambulantes y golosinas; atrás, quedaba la época del trabajo exclusivo como domésticas y amas de casa. Úrsula de Céspedes escribe el libro Ecos de la Selva y por otra parte plantea indiferencia ante el trabajo. El siguiente texto ilustra su pensamiento: “¿Por qué tanto trabajar. Por qué tanto afán bien mío, para ensanchar el bohío donde vamos a hablar? Soy tan feliz [...] en pensar y en discernir se me pasa todo el día [...] Ingrato cuando se tiene un pecho noble y honrado y una compañera al lado que a todo dócil se aviene; nunca el desaliento viene a su hogar, sea grande o chico”.
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Boletín Acento . Oficina del Historiador
Bayamo M.N., Cuba. 2016
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